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Cinco Días: Jueves

Escrito por: MasterJuan

BDSM Castidad Castigo físico Castigo psicológico Cockrings Dolor

JUEVES

Despertó, muy temprano, más tranquilo y con lo que debía hacer. Las dudas habían desaparecido y se seguía sintiendo un poco mal, por la falta cometida.

Había dormido desnudo, con el collar y las anillas, quería vivir intensamente esas sensaciones de control y sometimiento. Sentía sus bolas duras y no podía ocultarse que estaba con una enorme erección, pero no sé tocaría. No rompería esa orden, bajo ninguna circunstancia.

Se quitó el collar, lo guardó en la caja y se observó en el espejo del baño. Se veía bien con las anillas, depilado y bien formado, aunque tenía enrojecido el cuello por el roce.

La ducha fue larga y fría, necesitaba bajar la excitación de alguna forma. Mientras se duchaba, repitió una y otra vez el mantra que le había dictado su Amo la noche anterior y que había asumido en plenitud “¡Soy una basura, Señor, y no valgo nada, Señor!”. Una y otra vez, hasta asumirlo en plenitud, hasta sentirlo como una verdad incuestionable.

El trabajo estuvo bien, no tan intenso como los días anteriores. Aprovechó que tenía un espacio libre y llamó por el teléfono móvil a su ex pareja. Era necesario que resolviera los temas con ella, de una buena vez:

  • Hola, ¿cómo estas?
  • Hola, bien, ¿y tú?
  • Yo bien también, gracias. Mira, te llamo por lo que conversamos ayer. Lo pensé muy bien y creo que no debemos regresar. Agradezco tus disculpas, pero ya no hay nada entre nosotros, pensé que si lo había, pero en verdad, sigo pensando que no confías en mí, que me subestimas y que al final, me manipulas.
  • ¿Qué estás diciendo?
  • Que no voy a volver contigo, que no habrá otra oportunidad. Y lo más importante es que sepas que me hiciste mucho daño y no quiero repetir esa experiencia.
  • ¿Quién te crees para tratarme así?
  • Bueno, tu respuesta me confirma que piensas que yo no soy digno de tí y que me estás haciendo un favor. No quiero seguir conversando contigo ni dándote explicaciones. Adiós.

Y cortó. Al rato pensó que había sido muy duro, pero que era necesario aquello. No olvidaba que fue ella quien le hizo dudar. “Fue otra manipulación y caí, como siempre”, se dijo Joaquín a así mismo.

Toda la mañana pensó en lo que le había sucedido en la noche anterior. Fue agotador emocionalmente. Nunca se había sentido tan indigno y bajo, tan necesitado de perdón. No podía explicar la tranquilidad y calma que sintió cuando fue perdonado.

En su más profunda intimidad sintió que se perdón fue un acto de pura misericordia hacia él y que era necesario agradecer y entregarse aún más, sin dobleces ni dudas.

Le costaba explicar y entender lo que le estaba sucediendo, pero se sentía perteneciente a otra persona, con un propósito superior al del mero placer.

No sacó la imagen de su Amo observándolo por la imagen en la pantalla, se lo imaginaba fuerte, autoritario, controlador y firme. Una guía segura.

Espero algún mensaje, una video llamada en el amanecer, una instrucción, pero nada. Tenía una ansiedad que lo hacia ver a cada momento su teléfono móvil.

Faltando unos 10 minutos para las 12:00 del día, apareció un mensaje, que Joaquín se apresuró a leer, aprovechando que sólo estaba redactando un informe.

El mensaje contenía una instrucción categórica: debía presentarse a las 13:00 en un cyber café que quedaba a seis cuadro de su trabajo. Busco en Google que local era y descubrió que era un sitio con “cabinas privadas” y “cuarto oscuro” y supo inmediatamente que era un sitio de alterne para homosexuales.

Sintió una intensa erección por debajo de su bóxer y tuvo que acomodarse sus genitales, pues debía concurrir a una reunión y era muy evidente su erección.

Terminó la reunión a las 12:35 y se preparó para salir y estar en el tiempo exacto. No quería fallar en nada.

Llegó dos minutos antes de la hora señalada. Ubicó el local que tenía un letrero indicando su identificación. Era una puerta vidriada, un pasillo y unas plantas en una especie de vitrina. No ingresó y pensó que recibiría alguna instrucción adicional de su Amo. No erró, justo a las 13:02 ingresó un nuevo mensaje que le instruyó “Arrienda una cabina por media hora, paga por anticipado y pasa una propina que sea igual que el valor de la media hora. Cuanto estés en la cabina, me avisas cual es”.

Ingresó, todo era sobre entendido. Pidió una cabina por media hora. Le asignaron la número 8, le pasaron una ficha. “Voy a pagar por anticipado”, señaló Joaquín y el dependiente le indicó el valor. Joaquín le pasó un billete que pagaba el doble del valor, pero, al momento que iba a darle el vuelto, le dijo “Para ti”. El hombre no dijo nada.

La cabina estaba en el fondo de un pasillo. Era un espacio de 1, 5 metros de ancho por 1, 8 mt de largo, sin ventanas, con un pequeño ventilador en el techo, una intensa luz y un ordenador integrado por una pantalla con cámara.

Tenía un olor desagradable y Joaquín concluyó que no era el lugar más higiénico que conocía. Avisó al Amo DHH inmediatamente sobre el módulo que estaba y como respuesta recibió una indicación adicional “Mantén la puerta sin seguro”.

No pasaron ni tres minutos hasta que alguien abrió la puerta, entró y la cerró con el seguro. Era el mismo muchacho del martes y miércoles, quien no saludo y que en el estrecho espacio de la cabina se instaló frente al ordenador, abrió Google, activo una llamada de Meet y al momento apareció el Amo DHH. El muchacho, llamado Phillipe, le saludo con respeto.

Joaquín se inquieto, pues en ese pequeño espacio no se podía postrar ni mostrar el debido respeto a su Amo. Tampoco le había saludado, todo mal. Otra falta, pensó.

Hablo el Amo Duncan HH:

  • Espero tu saludo, esclavo.
  • Disculpe, Señor, Buenas tardes, Señor.
  • El esclavo que está contigo te dará instrucciones.

Phillipe, corrió la silla hacia un rincón y despejó un poco el espacio. El se ubico en un costado y le instruyó a Joaquín de ahí en adelante:

  • Desnúdate, ¡rápido!, deja la ropa en la silla.

Joaquín se quita la chaqueta, la camisa, los pantalones y queda en bóxers y calcetas.

  • ¡Todo!, ¡No tardes! - le ordena.

Joaquín obedece sin cuestionar y queda completamente desnudo frente a la cámara.

  • Manos en la nuca, separa las piernas, para que el Amo pueda observarte. - ordena Phillipe.

El Amo observa, satisfecho, su prospecto. Ya casi completamente depilado y con anillas en las bolas. Magnífico espectáculo. Sobresaliente desempeño.

  • Gira y queda de lado, para que el Amo puede verte de perfil.

Joaquín obedeció. Enseguida, Phillipe sacó de su bolso una caja azul y dijo:

  • El Amo me ordenó que te ponga este dispositivo de castidad ahora, así que ahora debes separar más las piernas.

Mientras decía aquello, sacó el aparato metálico, brillante y de un color platinado. Con rapidez y habilidad, tomó la anilla central, la abrió y la puso justo en la base del pene y desde donde comienza la bolsa de las bolas y la unió ajustando los pequeños pernos con una pieza ad hoc, luego tomó la jaula propiamente tal y la unió a la anilla fijando los pines con una enorme facilidad. Previamente había aplicado lubricante. Finalmente, uso la clave y cerró la jaula y se quedó con ella.

  • Esta llave es del Amo Duncan - dijo Phillipe, y agregó - Instalado, Señor.
  • Perfecto - dijo el Amo DHH, que preguntó a Joaquín - ¿Dirás algo?
  • Gracias Señor.

La polla de Joaquin estaba ahora enjaulada y la llave la tenía otra persona. Se sintió propiedad de su Amo y consideraba que lo que estaba sucediendo era lo correcto, pues su dueño estaba tomando control de su propiedad.

El Amo Duncan habló nuevamente:

  • Joaquín, dime ¿de quién so tus bolas?
  • Son suyas, Señor
  • ¿Y las tetillas?
  • Suyas Señor, suyas.
  • ¿Qué puedo hacer con ellas?
  • Lo que usted quiera, Señor, son suyas.
  • Lo comprobaremos.

Guardo silencio y le ordenó a Phillipe:

  • Esclavo, lame las bolas del perro que tienes al lado.
  • Sí Señor.

y Phillipe se arrodilla y comienza a pasar la lengua en las redondas bolas de Joaquín, que se excita y endurece aún más con esa humedad deliciosa. Se mantiene con las manos en la nuca, tratando de mantenerse firme, con las piernas separadas.

El Amo ordena luego:

  • Ahora trabájale las tetillas.
  • Si Señor - responde Phillipe, mientras se levanta y se acerca al pecho del psicólogo que está allí, dispuesto a servir y complacer.

Pasa la lengua por ambas tetillas, las succiona suavemente al principio y con más intensidad luego, sin detenerse. A Joaquín aquello le parece delicioso. Nunca se lo han hecho así y lo experimenta como un regalo inmerecido. Pero no pasa mucho rato más así, sino que, por el contrario, toma un cariz rudo y dolorosamente intenso. Phillipe le muerde con rabia la tetilla derecha, hasta provocarle un dolor agudo y profundo y enseguida continua con la otra tetilla. Joaquín piensa que se la va a cortar o que persigue aquello. Aprieta los dientes y resiste, está dispuesto a aceptarlo, aunque lo teme, debe controlar ese sentimiento, no expresarlo, tener templanza.

El castigo no se detuvo y Joaquín comenzó a temblar por el dolor que le estaba provocando Phillipe, momento en el cual este se detiene, momento en que el Amo Duncan pregunta, desafiante:

  • ¿Sabes que el perro que está frente a tí te puede destrozar las tetillas?
  • Sí, Señor, lo sé.
  • ¿Importa eso?
  • No Señor, no importa, las tetillas son suyas, Señor, puede hacer lo que le convenga.
  • ¿Qué sientes ahora en tus tetillas?
  • Dolor Señor, mucho dolor.
  • ¿Es relevante que sientas dolor?
  • No Señor, no importa.
  • ¿Por qué?
  • Porqué soy una basura, Señor, y no valgo nada, Señor.
  • ¿A qué le temes en este momento? Dime la verdad…
  • A que me corte las tetillas con un mordisco, Señor.
  • No es mala idea… - dijo el Amo Duncan.

Joaquín tembló y sintió pánico, pero trato de mantener la calma y la templanza.

  • Pero eso no sucederá hoy, hoy no - dijo el Amo Duncan HH, sonriendo
  • Gracias Señor - respondió Joaquín, aliviado.
  • Pero sí más castigo.

Esas palabras fueron la señal para que Phillipe comenzará a dar bofetadas a Joaquín. Una, dos, tres, cuatro, cinco, fuertes, que le cruzaron el rostro con violencia, conmoviéndolo y haciéndole perder el equilibrio, tratando de apoyarse en la pared.

  • Tu falta debe ser castigada, supongo que lo sabías - preguntó el Amo Duncan.
  • Sí Señor, lo entiendo y lo tengo claro. Se lo agradezco Señor, de verdad Señor le doy gracias.
  • Muy bien.

Phillipe le dice que se vista y se va, dejándolo solo. Joaquín lo hace, no sin dificultad. Siento la presencia de la jaula en sus genitales, las bolas anilladas, las tetillas torturadas y la cara adolorida con las bofetadas y él en evidente estado de agitación.

Antes de ponerse la camisa se arrodilla y pide permiso para retirarse. Se le concede y corta la llamada.

Sale apresuradamente de la cabina y trata de evitar cruzar mirada con el dependiente. Regresa de prisa al trabajo. Tiene hambre, esta adolorido, cansado, tenso, pero no se siente mal. Está cumpliendo con su deber.

Se siente aliviado por el castigo recibido, lo encontraba necesario, justo, una decisión correcta. Este pensamiento le ayudó a sobrellevar la incomodidad de la jaula y el dolor en su cuerpo.

La tarde se le hizo eterna y no pudo comer nada, no hubo tiempo entre entrevistas y reuniones. No obstante aquello, conservo la concentración y mantuvo una templanza serena y sobria. Nadie de los que estuvieron con él en la reunión técnica advirtió en él un comportamiento alterado o tenso. Hasta él se sintió impresionado por lo que estaba sucediendo.

Igual fue un esfuerzo excepcional. Terminado el trabajo se sentía agotado, pero debía ir al gimnasio. Fue. Hizo la rutina que correspondía a ese día: piernas y pecho.

La rutina de pecho fue agobiante, porque el dolor en las tetillas era muy intenso, pero la hizo con esfuerzo. No se quiso duchar en el gimnasio y volvió caminando al apartamento, con la misma ropa de entrenamiento.

Se metió a la ducha y estuvo allí mucho rato, tratando de reponerse.

Por fin comió algo: pasta, pollo y ensalada. Lo necesitaba.

No quería terminar ese día sin hacer algo que deseaba profundamente. No iba a molestar al Amo con una llamada, pero se atrevió a grabarle un video.

Desnudo, de rodillas, con las manos en la nuca, mostrando sus maltratadas tetillas y su polla enjaulada, con voz temblorosa y entrecortada, se atrevió a decir:

  • Buenas noches, Señor, disculpe el atrevimiento de enviarle este mensaje, pero necesitaba darle las gracias. Señor estoy dispuesto a todo, hoy lo tengo completamente claro. Estos días me han cambiado la vida Señor. Junto con darle las gracias, Señor, quería humildemente, hacerle una petición: poder servirle en persona Señor. Disculpe este atrevimiento Señor. Buenas noches, Señor.

Lo pensó unos segundos y finalmente lo envió.

Se quedó de rodillas, paralizado, esperando una respuesta. No llegó.

Prefirió levantarse del suelo, lavarse los dientes y aplicarse una crema en las tetillas para acostarse y dormir.

Estaba a punto de acostarse, cuando sonó la aleta de mensaje. Lo rió inmediatamente:

  • Mañana me servirás en persona.

Joaquín se sintió feliz, como pocas veces lo había sido.

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