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MARCUS, EL ESCLAVO ENAMORADO II

Escrito por: HieroduloCMNM

En las sombrías estancias de la villa de Lucius, se desarrollaba una cena de opulencia y pompa. Los invitados, ataviados con togas finamente bordadas y joyas relucientes, llenaban el amplio comedor con su bullicio y risas. El aroma de manjares exquisitos flotaba en el aire, y el vino fluía generosamente en las copas de cristal.

Marcus, el esclavo de Lucius, se movía con gracia entre los comensales, sirviendo platos con una habilidad aprendida en años de servidumbre. Aunque su posición era la de un sirviente, su mirada se desviaba constantemente hacia Lucius, el dueño de la casa, con quien compartía un secreto prohibido.

Los ojos de Marcus encontraban los de Lucius en un intercambio furtivo, cargado de complicidad y deseo. Había entre ellos un lazo que trascendía las barreras sociales impuestas por la antigua Roma, un amor clandestino que debía permanecer oculto bajo la máscara de la sumisión.

Pero la tensión entre ellos era palpable, y no pasaba desapercibida para los demás invitados. Entre risas y chistes, algunos de los comensales comenzaron a hacer comentarios insinuantes sobre la relación entre Lucius y su esclavo. Marcus sentía el rubor subir a sus mejillas mientras los invitados lo rodeaban, jugueteando con el culo de Marcus, metiendo sus manos entre los pliegues de su túnica, a la vez que le mostraban sus miembros invitándolo a saborearlos entre risas del resto de los comensales.

Lucius, observando la escena con creciente incomodidad, frunció el ceño y dio muestras de malestar. No obstante, no intervino, consciente de las limitaciones impuestas por su posición social. Marcus, por su parte, se esforzaba por mantener la compostura, aunque su corazón latía con fuerza y su deseo por su amo amenazaba con desbordarse.

La cena continuó con una mezcla de risas nerviosas y gestos provocativos por parte de los invitados, mientras Marcus continuaba su labor con abnegación, aunque su mente estaba ocupada por pensamientos prohibidos y deseos ardientes.

Finalmente, los invitados se retiraron, dejando a Lucius y Marcus a solas en la tranquilidad de la noche. Sin palabras, se miraron el uno al otro, dejando que la tensión acumulada entre ellos se desvaneciera en el aire cargado de pasión.

Sin decir una palabra, Lucius tomó la mano de Marcus y lo condujo hacia los aposentos del esclavo. Una vez dentro, el ambiente se llenó de electricidad, y los corazones de ambos latían al unísono, ansiosos por entregarse al amor que habían mantenido en secreto durante tanto tiempo.

Las manos de Lucius recorrieron el cuerpo de Marcus con reverencia, explorando cada contorno y curva con devoción. Marcus, a su vez, se entregaba a él con una entrega total, dejando que el deseo lo consumiera por completo.

Con manos expertas, comenzó a despojar a Marcus de su túnica, revelando su cuerpo esculpido por la labor y el deseo reprimido. Cada roce de sus dedos enviaba corrientes de electricidad a través del cuerpo de Marcus, quien gemía suavemente bajo el tacto de su amo.

Lucius lo empujó suavemente hacia el catre, donde Marcus yacía expectante, sus ojos brillando con una lujuria apenas contenida. Con movimientos seguros, Lucius se colocó sobre él, sus labios encontrando los de Marcus en un beso ardiente y hambriento, cargado de saliva, devorando sus labios, mordiéndolos, lamiendo su cara, saboreando su propiedad, entregándose a su pasión oculta, tratando de consumir, cada instante que había deseado a Marcus en el silencio de su villa, en lo furtivo de sus miradas, en la lucha constante de su deseo y su posición.

Las manos de Lucius exploraron cada centímetro del cuerpo de Marcus, desatando una tormenta de sensaciones que amenazaban con consumirlos por completo. Cada caricia era como una promesa de placer, cada gemido una invitación a la entrega total. Este dejo caer su decorada túnica al suelo, desvelando su miembro erguido, duro, goteante, poderoso y loco de deseo por el cuerpo que yacía frente a el, una mezcla de amor y pertenencia, que nunca antes había experimentado.

Con un susurro ronco, Lucius reclamó a Marcus como suyo, marcando su piel con marcas de posesión, hundiendo sus dedos, con sus pesados anillos en los gluteos de su esclavo, mientras sus cuerpos se fundían en un baile frenético de deseos incontrolables. Marcus, entregado al placer, se abandonó por completo a las habilidades de su amo, dejando que el éxtasis lo envolviera en su cálido abrazo, poderoso y tierno a la vez.

Entre jadeos y susurros de amor, alcanzaron nuevas alturas de placer, explorando los límites de su deseo con una intensidad que los dejaba sin aliento. Cada embestida de Lucius en los redondeados y sonrojados gluetos de Marcus era un eco de la pasión que los consumía, cada gemido una melodía de placer en el aire cargado de erotismo.

En un brusco movimiento, Lucius saco su enorme miembro del culo de su amado, y giró su cuerpo mientras buscaba desesperado su boca. Y ahí en un húmedo y desesperado beso, Lucius descargó todo su interior a borbotones sobre el vientre de Marcus, que a su vez, se corrió abandonado al placer, y al latir de su corazón.

Y así, en la intimidad de la noche, se entregaron el uno al otro sin reservas ni inhibiciones, explorando los límites de su deseo y encontrando la plenitud en los brazos del otro.

Al amanecer, mientras los primeros rayos de sol iluminaban la habitación, Marcus y Lucius yacían juntos en el catre de paja de la pequeña celda, agotados pero felices, sabiendo que su amor sobreviviría a pesar de todos los obstáculos que la vida les pusiera en el camino.

En ese momento, en la tranquilidad de su refugio secreto, Marcus y Lucius encontraron la paz que tanto ansiaban, sabiendo que mientras estuvieran juntos, podrían enfrentar cualquier desafío que el destino les deparara. Y así, en medio de las sombras del pasado, su amor brillaba con una intensidad que desafiaba al tiempo mismo.

MARCUS, EL ESCLAVO ENAMORADO II

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