MARCUS, EL ESCLAVO ENAMORADO.

Escrito por: HieroduloCMNM

En las calles empedradas de Roma, bajo el ardiente sol del mediodía, caminaba Marcus, un esclavo cuyo corazón estaba atado por cadenas invisibles de amor y desesperación. Su amo, Lucius, era un hombre de poder y riqueza, un senador respetado cuya imagen imponente y gestos arrogantes eran la envidia de muchos. Pero para Marcus, Lucius era mucho más que eso; era el centro de su universo.

Desde el momento en que Marcus cruzó por primera vez el umbral de la villa de Lucius, su destino quedó sellado. Fue cautivado por la presencia de su amo, por su voz autoritaria, por cada gesto que emanaba dominio y poder. Pero más allá de la sumisión impuesta por su condición de esclavo, había un fuego ardiente en el corazón de Marcus, un fuego alimentado por un amor prohibido y una pasión que amenazaba con consumirlo por completo.

Cada día, mientras cumplía sus deberes en la villa, Marcus luchaba con sus emociones encontradas. Anhelaba la más mínima muestra de afecto de parte de Lucius, un simple gesto, una mirada, cualquier señal de que su amor no era en vano. Pero el senador permanecía indiferente a sus susurros silenciosos, envuelto en los asuntos de Estado y los caprichos de su posición social.

Las noches eran las peores para Marcus. En la oscuridad de su habitación, su mente se llenaba de pensamientos tortuosos y fantasías prohibidas. Soñaba con el roce de los labios de Lucius, con sus manos explorando cada centímetro de su piel, con su cuerpo ardiendo en un fuego que solo el amor verdadero podía avivar. Pero al despertar, el frío de la realidad lo envolvía una vez más, recordándole su lugar en el mundo y la crueldad del destino que lo había condenado a amar a alguien fuera de su alcance.

A medida que pasaban los días, la angustia y la frustración de Marcus se convirtieron en una carga insoportable. ¿Cuánto tiempo más podría soportar el peso de un amor no correspondido? ¿Cuántas lágrimas más tendría que derramar en silencio antes de que su corazón se rompiera por completo?

Pero incluso en los momentos más oscuros, un destello de esperanza brillaba en el horizonte de Marcus. A veces, en la intimidad de la noche, sorprendía a Lucius mirándolo furtivamente, como si hubiera algo más detrás de esa máscara de indiferencia. ¿Podría ser que su amo también sintiera algo por él, aunque fuera en la oscuridad de la noche y en los rincones más ocultos de su corazón?

Con el paso del tiempo, Marcus comenzó a aferrarse a esa pequeña chispa de esperanza como si fuera su salvación. Aunque el camino hacia el amor verdadero estaba lleno de obstáculos y peligros, estaba dispuesto a recorrerlo hasta el final, sin importar las consecuencias. Porque en el fondo de su corazón, sabía que el amor era más fuerte que cualquier barrera impuesta por la sociedad o el destino. En las sombras de la noche, cuando la villa estaba envuelta en un silencio sepulcral y las estrellas titilaban en el cielo oscuro, Marcus se aventuró hacia la habitación de su amo, impulsado por una necesidad ardiente que quemaba su alma.

El corazón de Marcus latía con fuerza mientras se deslizaba sigilosamente por los pasillos, su mente atormentada por pensamientos prohibidos y deseos incontrolables. Sabía que estaba arriesgando todo al entregarse a los caprichos de su amor prohibido, pero ya no podía contener la tormenta de emociones que rugía en su interior.

Al llegar a la puerta entreabierta de la habitación de Lucius, Marcus contuvo la respiración y se adentró en la penumbra, donde su amo yacía dormido desnudo, enorme, con su miembro viril envuelto en la luz de luna que entraba por la ventana, fuente del almíbar del deseo de Marcus, ajeno a su presencia. Con manos temblorosas, Marcus se acercó a la cama, donde Lucius reposaba como un dios entre las sábanas de seda.

La piel de Marcus ardía con un fuego insaciable mientras contemplaba la figura de su amo, deseando con todas sus fuerzas poder sentir el roce de su piel contra la suya. Sin poder resistirse más, se deslizó bajo las sábanas y se acercó a Lucius, acariciando la punta de su glande, llevando inmediatamente su dedo a su nariz, para aspirar el deseo, el sueño, la esperanza contenida de ese instante soñando una y otra vez, oliendo esa brizna de aroma, como si de la más preciada especia se tratase. Los ojos de Lucius se abrieron lentamente al sentir el contacto de su esclavo.

Un susurro apenas audible escapó de los labios de Marcus mientras sus manos exploraban el cuerpo de Lucius con una pasión desenfrenada. Los gemidos de placer resonaban en la habitación mientras se entregaban al éxtasis del deseo, envueltos en una espiral de pasión y lujuria que amenazaba con consumirlos por completo.

Lucius volteó con fuera el cuerpo de Marcus, y pegó su cara a las sábanas de seda. De una sola embestida su poderoso miembro lleno el insaciable deseo de su esclavo, gritando de dolor y alegría al rayo de luz de luna que se colaba por entre las columnas de la habitación.

Pero incluso en el apogeo del placer, Marcus sintió un vacío en lo más profundo de su ser, una sensación de insatisfacción que lo atormentaba como un demonio que se negaba a ser exorcizado. A pesar de la intensidad del momento, su corazón seguía anhelando algo más, algo que el simple acto físico no podía satisfacer.

Y cuando el éxtasis dio paso al silencio, Marcus se encontró solo en la oscuridad de la habitación, con el eco de sus propios pensamientos resonando en su mente atormentada. Había entregado su cuerpo a su amo, pero su corazón seguía hambriento de un amor que nunca podría poseer.

Con un suspiro resignado, Marcus se deslizó fuera de la cama y volvió a colocar en su lugar el pequeño taparrabos que usaba como única vestimenta, en silencio, sabiendo que su amor seguiría siendo un sueño prohibido en el laberinto de su alma. Pero a pesar de la desesperación que lo consumía, una chispa de esperanza seguía ardiendo en lo más profundo de su ser, recordándole que, incluso en la oscuridad más densa, siempre había una luz que podía guiarlo hacia la redención.

Y así, mientras el sol se ponía sobre las colinas de Roma, Marcus se aferraba a su amor con una determinación férrea. Sabía que el camino hacia la felicidad sería largo y difícil, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier desafío con tal de estar junto a aquel que había robado su corazón. Porque en el vasto y complejo tejido del destino, estaba convencido de que el hilo del amor verdadero siempre encontraría su camino.