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Cinco Días: Martes.

Escrito por: MasterJuan

Arneses BDSM Castigo físico Deportistas Dolor Humillación Jóvenes Pinzas

MARTES   Despertó sobresaltado, duro, con una poderosa erección. Se iba a tocar hasta que recordó todo. En ese trance pensó que todo había sido un sueño y hasta se tocó el rostro para verificar si efectivamente se había afeitado.   No, no había sido un sueño, lo había vivido realmente. Decidió levantarse inmediatamente y ducharse con agua fría para tratar de disminuir su excitación, para controlarse y centrarse.   Esta vez si tomo desayuno, revisó su celular y no tenía ningún mensaje. Salió temprano al trabajo, en el centro penitenciario. El custodio de la guardia no le reconoció y le pidió la credencial.   - ¿Se afeitó? - Le preguntó con sorna. - Sí, me afeité ayer en la noche. - Se ve más joven, parece estudiante en práctica - le dijo, mientras se reía sarcásticamente.   Debió recibir las risas de todos los demás, en el largo recorrido hasta sus oficinas, ubicadas en un módulo administrativo alejado de los pabellones para detenidos.   Volvió a su normalidad, rutinaria y ordenada. Revisó las carpetas de los detenidos que tenía que evaluar, pero se dio cuenta (lo había olvidado completamente) que tenía una reunión técnica a las 09:00 horas dónde debía presentar un informe. Se puso a trabajar en ello, con toda prisa. Menos mal que había llegado antes de las 08:00 horas y ello le daría tiempo.   Justo a las 09:00 AM estaba en la sala de reuniones, a la que comenzaron a llegar los demás integrantes de la comisión: dos psicólogos más, una trabajadora social y el director del centro y el jefe de operaciones. Tenían que revisar los informes solicitados por tribunales sobre mediadas alternativas a la privación de libertad. Joaquín iniciaba la revisión con seis casos. Tenía listas las carpetas y el resumen cuando se dio cuenta que tenía dos mensajes del Señor DHH, y no pudo evitar salir mental y emocionalmente de la reunión para leer los mensajes.   El primer mensaje le recordaba que debía cortarse el cabello y el segundo le daba instrucciones para retirar un paquete en un sistema de casillas públicas en el centro de la ciudad. Se puso a responder los mensajes sin darse cuenta que todos le observaban y esperaban que diera cuenta del informe.   Finalmente fue el psicólogo de más edad fue quien le llamó la atención:   - ¡Joaquín!, por favor. Estamos esperando tus informes. No podemos perder el tiempo en tus conversaciones de WhatsApp. Aquí estamos discutiendo decisiones que pueden incidir en la libertad de personas. ¡Sé un profesional, por favor!   Joaquín se dio cuenta en ese momento que todos le observaban y reprobaban su conducta.   - Perdón, perdón, lo siento. Era una urgencia familiar. Perdonen, Comienzo inmediatamente. - Parece que afeitarse los bigotes y la barba le quitó la fuerza de concentración, como a Sansón - dijo el jefe del centro en medio de las risas de los demás.   Joaquín recibió el impacto, se ruborizó, pero no perdió la templanza. Conservó la calma mientras se pasaban las risas y dio el esperado informe. Hay que decirlo: el informe fue completo, documentado, preciso y abordaba todos los aspectos requeridos. Los integrantes de la comisión lo aprobaron. Antes de terminar la sesión, Joaquín pidió nuevamente disculpas por lo sucedido. Necesita cerrar ese incidente.   - Superado - dijo el jefe del centro.   Volvió a su ofician e inmediatamente respondió los mensajes, pidiendo perdón al Señor DHH por la demora, explicando que no había podido responder antes porque estaba en una reunión de su trabajo.   - Debes señalarme las horas en que puedes comunicarte. Soy tu Señor, pero tengo claro que también eres un profesional que debes responder en tu trabajo con seriedad y dedicación. - Sí Señor, lo haré. Muchas gracias por su comprensión. - Acabo de despachar el paquete. Debes retirarlo a las 13;00 horas. Dime si puedes hacerlo. - Sí Señor, a las 12:45 se inicia mi colación. - Bien, a las 13:05 en las casillas de la ubicación que te envié.    Le dio el código y el n° de casilla.

  • Bien Señor, ahí estaré
  • Avisa cuando salgas a la casilla y cuando llegues. Te daré más instrucciones en cada paso.
  • Sí Señor.   No hubo más mensajes y retomó su trabajo. Hizo un esfuerzo por concentrarse en sus labores. tenía dos entrevistas más y participar en una charla por videoconferencia. En cualquier tiempo libre, casi instintivamente, revisaba el WhatsApp por si había nuevos mensajes.   A las 12:45 en punto salió a colación. Tenía 45 minutos para ello. Al salir aviso al Señor DHH sobre su desplazamiento. Tomo un móvil de una aplicación y estuvo en el lugar de las casillas justo a las 13:06, avisando que había llegado.   Fue al sitio donde estaban las casillas, dio con el módulo respectivo e ingresó el código que se le había proporcionado. Se abrió y adentro estaba una caja envuelta en papel de unos 40 cm de largo, 25 cm de ancho y 15 cm de alto. Había una etiqueta que decía: Para Joaquín, con una instrucción debajo del nombre “NO ABRIR HASTA RECIBIR INSTRUCCIÓN AL RESPECTO”.   Cerró la casilla y revisó su teléfono móvil. había un mensaje de su Señor DHH:  
  • Camina hasta la estación de metro que está en el edificio central de Correos, baja hasta la Plaza Hundida y quédate frente al acceso principal, al lado del árbol que allí existe. Quítate la chaqueta y quédate sólo en camisa, mirando al suelo. No te atrevas a levantar la vista. Espera allí.
  • Sí Señor.
  • Tienes 5 minutos para llegar.   Joaquín comenzó a caminar rápido controlando el tiempo, descubriendo que no llegaría sino corría las dos cuadras que aún le restaban. Sabía que lo estaban observando porque tenían claro que iba con chaqueta y camisa.   Llegó a la estación, bajo la amplia escalera, se quitó la chaqueta e instaló frente al acceso, con la caja en una mano y la chaqueta en la otra. La gente pasaba presurosa y Joaquín se consumía en la ansiedad, la excitación de la situación y una cierta vergüenza por cómo estaba. ¿Qué sucedería si algún conocido pasara por ahí le viera en esa actitud? ¿Qué pensarían de él?   En eso estaba, con esas divagaciones, sin casi darse cuenta, sintió que alguien estaba frente all, que le hablo:  
  • No levantes la vista. Sólo escucha.
  • Bien.
  • Me llamo Phillipe, soy esclavo del Amo Duncan. Te vengo a decir que el Amo te está observando y que si cumples lo podrás servir en persona y ser entrenado como esclavo. - ¿Quieres ser un esclavo?
  • Sí, lo quiero.
  • Debes saber que el Amo Duncan es muy duro y no acepta indecisos y cobardes. Castiga severamente las faltas. ¿Estás preparado para se entrenado duramente?
  • Sí, lo estoy. 
  • Vale, puedes irte. Adiós.   El muchacho se fue, Joaquín no le vio el rostro, pero supo advertir que era alto (más que é), atlético, con cuerpo de nadador y con una exquisita fragancia.   Joaquín se fue y revisó su WhatsApp y comprobó que no había más mensajes. Ya eran las 13:18. Sólo tenía tiempo para coger un taxi y volver al trabajo. No almorzó y llegó justo a la hora en que debía tomar otra entrevista, más compleja y extensa, cuyo informe debía salir esta misma tarde.   Sencillamente no tuvo tiempo para nada más que el trabajo. Sólo al terminar la jornada, pasada las 18:30 horas, vio que tenía varios mensajes de su ex. Le saludaba y preguntaba cómo estaba y le consultaba si se podían juntar en la tarde para tomarse un café. Le respondió a cada mensaje y al llegar le señaló que no podía, que tenía otros compromisos. Algo había cambiado en él, pues en otras circunstancias le habría respondiendo aceptando. Nunca se había negado a esas invitaciones. Tenía cosas más importantes que hacer, como cortarse el pelo, para cumplir los compromisos que había asumido.   Esa cita en la plaza hundida de la estación del Metro de Correos le resultaba excitante, intensamente recordada, pues se sintió observado, controlado y humillado. Por primera vez percibió que fue humillado públicamente, cumpliendo órdenes un poco absurdas, pero lo hizo, cumplió sin cuestionar. Y lo más complejo es que le resultaba atractivo y que lo repetiría. Estaba dispuesto a más y le estaba gustando crecientemente esta relación con un hombre al que sólo le ha visto su rostro enmascarado. Era desafiante, riesgoso y excitante.   No estaba arrepentido, para nada. Era lo que estaba buscando, era la fantasía hecha realidad. Eso era lo que lo que le motivaba. En la mañana, en la ducha, cuando se iba a tocar la verga, sintió que había algo muy superior a él que le había señalado una prohibición. En ese momento no dudo, sólo reafirmo la convicción de la obediencia, de honrar los compromisos.   Y eso le seguía importando. Por eso salió a cortarse el cabello a la peluquería de siempre. Se hizo un corte muy convencional. Pensaba comer algo, porque había pasado el día solo con un par de emparedados y café. En eso estaban cuando sintió vibrar el smartphone; era un mensaje del Señor DHH que le consultaba sobre si se había cortado el cabello.

  • Sí Señor, le iba a mandar las fotos con y sin corte.

  • Hazlo. – fue la respuesta.

Joaquín lo hace sin tardanza ni demora. Las fotos evidenciaban el notable cambio: con el corte nuevo se veía aún mucho más joven, lo que se sumaba a su rostro afeitado. La verdad es que su estética previa era deliberadamente pensada en demostrar mayor edad puesto que sus caracteres lo hacían verse muy joven y ello le parecía contraproducente a su rol.

  • Bien, buen corte, te ves como deberías verte. – escribió el Señor DHH.
  • Gracias Señor, muchas gracias.
  • ¿Dónde estás?

Joaquín le indicó la dirección y el Señor DHH le responde:

  • Te quiero a las 20:00 horas en tu apartamento. Te llamo a esa hora para conversar en una video llamada.
  • Sí Señor, voy para allá, está un poco complicado el tráfico y no me sirve el metro. Creo que tardaré un par de minutos más.
  • No me importa, te quiero a las 20:00 horas en tu apartamento. Haz lo que debas hacer.
  • Sí Señor, voy y estaré a la hora que me indica, Señor.

Estaba a varias cuadras de su apartamento, y apenas tenía 15 minutos para llegar. No le quedaba más que correr. Pensó utilizar una bicicleta pública, pero no encontró ninguna disponible en las cercanías. Correr, correr para cumplir. Iba con la caja recibida, la chaqueta y con zapatos, lo que afectaba el rendimiento y dificultaba el avance.

Corrió y con ello aumentó la sudoración y su respiración se agitó. Era buen corredor, solía trotar largos trayectos los fines de semana, hasta había hecho la maratón el año anterior, pero ahora encontraba que no podía correr más rápido. Se angustió de no alcanzar a llegar a la hora indicada. Sentía como la camisa se le pegaba a la piel producto de la transpiración, que la mojaba.

Llegó al apartamento a las 19:58 horas, subió las escaleras hasta el tercer piso pues el ascensor no llegó prontamente.  Un minuto para las 20:00 estaba casi sin respiración en su sala y en la hora indicada sonó la llamada en su teléfono móvil, no tardó nada en responder, mientras se ponía de rodillas frente al móvil y se quitaba la chaqueta y la camisa. Estaba completamente sudado. Con la voz entrecortada se dirigió al Señor DHH:

  • Buenas tardes Señor, disculpe mi voz, pero llegué hace apenas un minuto, me vine corriendo.
  • Buenas tardes esclavo, hiciste un buen esfuerzo, tienes excelente condición física, debo decirlo.
  • Gracias, Señor – respondió Joaquín, aún agitado por el esfuerzo.
  • Una cosa, ¿te puedo llamar como esclavo, o me equivoco?
  • Llámeme como esclavo o como desee Señor.
  • ¿Cómo te sientes que te trate como esclavo?
  • Honrado Señor, le agradezco que me considere su esclavo.
  • Perfecto.

DHH seguía con su máscara de cuero, el arnés en su musculado torso. Inspiraba autoridad y generaba en Joaquín un profundo respeto y un temor reverencial. DHH lo sabía, había captado en unos pequeños trazos, la personalidad del joven psicólogo, ansioso de control y disciplina. Estaba gozando con este regalo. Luego de un rato observando al prospecto de esclavo (prospecto porque DHH sabía que la verdadera esclavitud debía ser en persona, que frente a frente se puede oler el miedo y percibir el respeto, cuando el verdadero esclavo no es capaz de ver a los ojos a su Amo), le dijo:

  • Recibiste la caja que supongo la tienes contigo.
  • Sí Señor, la tengo conmigo. Está cerrada cómo lo ordenó Señor.
  • Era tu deber mantenerla así. Ahora ábrela con cuidado.

Joaquín lo hizo con cuidado y una cierta curiosidad, muy contenida, por lo demás. La caja contenía una serie de artilugios que activaron su imaginación y el deseo de experimentar usar dichos instrumentos, prendas y artículos.

  • Lo que tienes en tus manos son algunos regalos que usarás cuando te diga. Algunos son un signo de obediencia y respeto, otros son instrumentos de disciplina, algunos son herramientas de control. Cada cual debe usarse según la ocasión y en ello te daré las indicaciones.
  • Muchas gracias Señor, le agradezco este presente, en verdad, no esperaba esto.

Y Joaquín en verdad no lo esperaba. Excedía, en mucho, sus fantasías, anhelos y deseos más íntimos y reservados. Sí, porque sus fantasías de sumisión y servidumbre venían del tiempo de la universidad y sólo volvieron a despertar en sus sesiones de entrevistas con los detenidos. Esas vívidas escenas donde un reo es obligado a servir a otros, o cuando un interno es violado por otros detenidos que son dominantes en una cárcel y ejercen un control brutal sobre los demás es algo que de verdad le afectaba en cuanto alimentaba esas fantasías que parecía hacer olvidado.

  • En la caja hay un collar de cuero con hebillas de metal, sácalo y muéstralo.

Joaquín sacó el collar de la caja y lo mostró al teléfono móvil.

  • Adóralo como señal de respeto a mí y póntelo.

Joaquín besó el collar como si estuviera besando las manos o pies de su Señor DHH y se lo puso en el cuello. Lo ajustó con las hebillas y espero. Se sintió poseído por una voluntad superior, que lo miraba con poder auténtico.

  • Creo que debes ajustarlo más, hazlo.
  • Sí Señor, lo ajustaré más.
  • Debes sentirlo pegado a tu cuello, aunque te moleste o incomode.

Y así lo hizo y lo ajusto hasta el punto tal que sintió que había sido excesivo, pero no hizo nada más, allí se quedó. Se sentía un ser inferior, sólo obedeciendo y sirviendo.

  • ¿Cómo sientes el collar?, dímelo sinceramente, ¿Te molesta?
  • Sí Señor, molesta un poco.
  • Bien, debe molestarte, incomodarte. Así sabrás que tú ya no te perteneces, cada incomodidad te recordará que me perteneces y cada molestia será una ofrenda en tu adoración a mi persona.
  • Gracias Señor, ahora lo comprendo.

Esas afirmaciones de DHH le abrieron la mente a Joaquín, comprendió más nítidamente todo. Comprendió su rol y avanzó en descubrir la luz de la verdadera sumisión.

Ahora busca en la caja un conjunto de pinzas de metal, están unidas por una cadena de eslabones negros.

Joaquín las encontró inmediatamente.

  • Esas pinzas son unas herramientas para el autocontrol y desarrollar tolerancia. Te las pondrás en los pezones. Los aprietan y duele, pero debes aprender a tolerar esa sensación. Es una prueba de obediencia. Póntelas ahora.
  • Sí Señor. – Joaquín lo hizo inmediatamente y cada pinza empezó a presionar severamente cada pezón. No pudo evitar expresar su dolor a través del rostro. Pensó en sacárselas casi inmediatamente, pero no se atrevió, sentía la mirada de su Señor DHH y era indigno de su persona justo cuando había sido aceptado como esclavo.

Joaquín comprendió que el dolor era una realidad concreta, que tenía entidad propia. Esa sensación que se prolongaba importaba para él otro estadio de confianza que su Señor DHH le otorgaba. Sí, ¿por qué le imponía esa herramienta de dolor, sino que, para demostrarle su confianza, sabiendo que lo cumpliría?

El dolor no disminuyó, pero cada vez lo fue sintiendo como tolerable, no agradable, pero necesario.

DHH sólo gozaba.

  • Debes aprender a aguantar el dolor, no a disfrutarlo, pero si a tenerlo presente en tu vida. El dolor es un medio para alcanzar el control sobre tus emociones y desarrolla una conducta de templanza y servicio.
  • Gracias Señor, le comprendo totalmente. Si me permite, debo decirle que estoy conociendo otra faceta de mí mismo, que desconocía y eso es gracias a usted.
  • Está bien. En la caja hay anillas para tus genitales, tobilleras, muñequeras, una mordaza, una máscara, y algo más, pero con el collar y las pinzas es suficiente por hoy. - - Las anillas las comenzarás a usar mañana, pero para ello deberás depilarte, completamente. Mañana temprano te diré dónde y cómo lo harás.
  • Bien Señor, lo que usted mande.

La expresión de dolor no desaparecía del rostro de Joaquín, pero DHH sabía que el prospecto de esclavo aún podía rendir más. En sus registros llevaba la conducta de cada uno de los que habían pasado por sus manos y este demostraba una conducta excepcional.

  • Es mejor que aprovechemos tu buena condición física. Repite la serie de pushups que me hiciste ayer.
  • Bien Señor, lo hago. ¿me puedo poner un short?
  • Hazlo.

Rápidamente se cambió de ropa y se dispuso a iniciar la rutina con las pinzas en sus tetillas. Realmente fue una experiencia terrible, por el dolor que sintió. No obstante hizo las tres series, a pesar de la molestia, contra el dolor y el agotamiento. Se localizó en ello y terminó, exhausto y con un dolor profundo en todo su pecho.

Quítate las pinzas. Te advierto que el dolor que sentirás ahora es mucho mayor que el de todo este tiempo que las llevaste puesta. Aguanta y no te quejes. Sí Señor, lo hago.

Y al quitarse las pinzas, sintió un dolor cien veces más terrible, iba a quejarse y gritar de dolor, pero se contuvo, recordando la orden de su Amo DHH. Apretó los dientes y aguanto.

  • Gracias Señor, dijo al terminar.

A instancias del Amo DHH pidió permiso para retirarse y le dio las buenas noches.

Estaba durísimo, casi a punto de correrse, pero ni siquiera se toco. Guardo todo en la caja y se ducho, varios minutos, con agua fría y se lanzó sobre la cama, en un esfuerzo de relajación.

Preparó una ensalada y la consumo junto a pollo cocido. Estaba agotado y quería dormir. Recordaba lo que le había dicho el Amo antes de despedirse “Las tetillas te quedarán muy sensibles, te molestará hasta el roce de sudaderas ty camisas. Cuando ello suceda, acuérdate de mi”. Lo recordó cuándo las sábanas se posaron sobre él. Hasta en suave entramado de hilos de algodón egipcio le molestaron.

Iba a dormirse pero algo le faltaba, no podía conciliar el sueño. finalmente se levantó, abrió la caja, extrajo el collar y se lo puso, no sin antes adorarlo: quería hacer patente para sí mismo su condición es de esclavo.

Cinco Días: Martes.

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