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(Continuación de Alex y su padrastro I)
Su vida con su compañero de piso transcurrió perfectamente, cooperaban en todo y se llevaban muy bien. Pero Alex quería también una vida sexual distinta de la que había llevado hasta ahora. Comenzó a salir con chicas y tuvo relaciones sexuales con éxito relativo: se empalmaba y se corría sin problemas, ellas quedaban satisfechas pero a Alex estas relaciones le resultaron insípidas, insulsas. Por ello, después de múltiples intentos sin lograr plena satisfacción, se aventuró también con chicos. Pensó que quizás con ellos la cosa iría mejor. Tuvo entonces relaciones sexuales con varones e intentó explorar todas las variantes, estuvo con chicos algo femeninos, con otros muy masculinos y actuó como activo, como pasivo, incluso con alguno fue versátil. Esto último le pareció especialmente un desastre. Pero en general, después del sexo seguía sintiéndose insatisfecho, incompleto. Estas relaciones, aunque algo mejores que con las chicas, seguían resultándole bastante desabridas.
Por otra parte Alex empezó a echar de menos el ocuparse de todas las labores domésticas y aunque intentó acapararlas no tuvo éxito. Su compañero era un heterosexual claro pero a la vez buena gente, justo y amable, nunca se hubiera permitido a sí mismo recostarse o explotar a su ya buen amigo y compañero. Con el tiempo estas insatisfacciones fueron creciendo. Alex pasaba ahora mucho tiempo aburrido en la cama, pensando, dándole vueltas a las cosas y no tardó en hacer comparaciones entre su vida actual y pasada. Cuando recordaba las corridas que había tenido con las folladas brutales de su padrastro le parecía que llevaba meses sólo a base de pajas. Las relaciones sexuales recientes, tanto con chicas como con chicos, eran para él sólo eso, pajas.
La cosa fue a más y Alex, sin guía, sin un hombre que le dijera que hacer, acostumbrado como estaba a ser dominado, e insatisfecho sexualmente, cayó en una creciente depresión. Llegó a añorar la vida que había dejado atrás y poco a poco llegó a lamentarse de haber dado aquel paso. Siguió viviendo casi por inercia hasta que un día llegó a la conclusión de que tenía que tomar una drástica determinación: volver con su padrastro. Sabía a que se atendría, sabía que perdería su antes deseada libertad y que tenía pocas probabilidades de éxito, pero tendría que intentarlo.
Un día al salir del trabajo se dirigió a casa de su padrastro, abrió con su llave y se sentó a esperarlo en el salón. Al cabo de una hora sintió que abrían la puerta.
Otra vez Alex se sorprendía con la reacción. De todas las respuestas de su padrastro, ésta estaba fuera de lo posible. Jamás se hubiera imaginado que se ofreciera a traerle sus cosas de vuelta a casa. Por otro lado, esperaba al menos un buen par de bofetadas tanto en caso de decisión afirmativa como negativa. Su padrastro no sólo fue con el coche sino que le ayudo a bajar sus cosas y a subirlas a su casa. Pero al terminar de entrarlas le dijo a Alex:
En menos de 5 minutos Alex había llevado todo a su habitación y estaba de vuelta al salón.
Fue inmediatamente para la habitación de su padrastro, se despojo de toda su ropa en segundos y como le había ordenado se puso a 4 patas sobre la cama. Su polla estaba ya completamente empalmada. Alex lucía esplendido, unas nalgas perfectas, con una curvatura en su espalda que resaltaba más lo empinado de sus nalgas. Apoyado sobre sus codos y con la cabeza inclinada a un lado mirando hacia la puerta de la habitación esperaba o más bien desesperaba por la entrada de su padrastro. Sabía que esta vez iba a ser especialmente duro, pero deseaba volver a sentir su dureza, su fuerza, su agresividad. Sabía también que aceptando lo que le venía encima iba a volver a estar en sus manos, en las manos del macho dominante, experimentado, que sabría decidir cada detalle de su propia vida, el que le había enseñado a sentir más allá de lo habitual en el común de los mortales.
Ramón entró por la puerta con el cinturón en la mano. Alex reaccionó apoyando la cara sobre la cama y sonriéndole a su padrastro.
El reto fue el detonante. Ante eso Ramón no podía reaccionar de otra manera, levanto el brazo y le dio el primer azote con todas sus fuerzas. Esta vez no iba a ser de menos a más, su hijastro quería caña y se la iba a dar. Se propuso que este día no se le iba a olvidar nunca a Alex, que lo recordaría como ahora recordaba aquel primer día. La tanda de azotes siguió, sin bajar de intensidad, con algunas pausas para alternar entre cinturón, paleta de madera o directo con la palma de la mano. A veces lo cogía del pelo, le abofeteaba y lo colocaba a tirones en otra posición. Desde el primer azote Alex se dio cuenta que la sesión iba a ser muy dura y hasta pensó que quizás no debía haber retado a su padrastro, pero su propia polla parecía pensar otra cosa, la tenía como piedra, eso era precisamente lo que había venido a buscar. El dolor y el placer estaban íntimamente ligados en Alex desde hacía mucho tiempo, sólo que no fue completamente consciente de ello hasta que sintió la carencia de lo que antes recibía de su padrastro.
El culo de Alex tenía todas las tonalidades de rojo posible, incluyendo moratones y marcas muy definidas. Además había recibido bofetadas, tirones de pelo, cintazos, también en las piernas, y le ardía la piel. Pero internamente Alex volvió a sentirse como un auténtico muñeco de trapo en manos de su padrastro y se sentía feliz por ello. Le excitaba mucho verle su cara de vicio y lo dura que se le ponía la polla cuando le pegaba. Le gustaba que fuera un cabrón que disfrutaba con su dolor y humillación. Ahora tenía claro que quería darle siempre ese gusto, ahora se le entregaba a voluntad, a plena consciencia de lo que hacía.
Alex alternaba desde lamiéndole el capullo con la lengua hasta tragándosela toda hasta la garganta, se mantenía ratos así, con toda la polla dentro, la saliva le salía mares, se le escurría por las comisuras de su boca, mojando su barbilla y la polla de su padrastro, el cual rugía de placer.
Ramón le cogió fuerte por la cintura y le hizo mover el culo, lo mismo para atrás y para delante que circularmente. Había movimientos, en los que la polla presionaba especialmente su próstata, en los que Alex sentía un placer particular, también el pollón de su padrastro lo llenaba mucho, por lo que se sentía cada vez más y más cachondo, más perra.
Ramón lo cogió por el pelo y lo sacó de la cama poniéndole contra la pared. Así empezó otra tanda de embestidas sin dejar de tirarle del pelo. Aunque le dolían los tirones de pelo, Alex disfrutaba especialmente, se sentía sujeto, dominado, abusado por su padrastro, mientras que sentía por el culo el inmenso placer que le daba su gran pollón.
Su padrastro continuó con el plan de cambio de posiciones y se lo folló de costado en la cama, con los pies sobre sus propios hombros y otra vez a 4 patas pero en el suelo. En esta última lo cabalgaba como a un potro, le mantenía sujeto del pelo y le daba tirones sincronizados con sus embestidas. Éstas se hicieron más fuertes, más seguidas y acompañadas de rugidos de macho que está a punto de correrse.
Alex lo tomó como una orden. Sentía el culo muy lleno con la tranca de su padrastro, los tirones de pelo lo hacían sentirse dominado, y como añadidura su padrastro lo había llamado “mi” hembra, por tanto ya era “suya” otra vez. No le costó nada ponerse a punto y con sólo unas cuantas caricias a su polla, cuando notó la inminencia de la corrida de su padrastro, empezó a correrse. Esto fue sólo segundos antes de que lo hiciese su padrastro a quien le potenció el placer al sentir las contracturas anales de Alex que le exprimían la polla.
Ambos quedaron exhaustos y se descansaron por un rato, desnudos sobre la cama. Alex no tenía ganas de lavarse y sacarse la leche de su padrastro. Pero al cabo de media hora le pregunta a su padrastro:
Así fue como comenzó la nueva vida de Alex. Muy distinta de cuando intentó independencia, libertad, y también distinta de la de antes, cuando se dejaba someter por su padrastro a regañadientes, sin convencimiento, con arrepentimientos, culpas y contradicciones. Ahora había encontrado otro tipo de libertad, la de ser él mismo, la de no tener la necesidad de tomar decisiones, la libertad de entregarse.
Un día recordando a su madre, reanalizó la decisión que siempre le había recriminado, la de entregarse a su amante y no haber luchado nada por mantener el matrimonio con su padre biológico, y pensó que probablemente él hubiera hecho lo mismo, que había sido la decisión más acertada y definitivamente la perdonó.
Alex y su padrastro II
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