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4 folladas sin amor y 1 corrida desesperada

Escrito por: Bruxulos

  • Abro los ojos. Me levanto. Lavo la cara. Meo.

  • Pongo leche a calentar, me meto en la ducha.

  • Me seco bien, desodorante a los sobacos, talco en los huevos, colonia en el cuello. Cepillo los dientes y me visto. Que gustito los gayumbos limpios y ajustados.

  • Me tomo el cola-cao y salgo de casa. Hoy no trabajo. Voy a comprarme una camisa.

  • Cojo el 98, me deja por el centro. Me meto al Corte Ingles. Llegando a segunda planta me meo. Busco la salida de los baños.

  • Llego justo a sacármela cuando empiezo a chorrear. Un señor con traje esta a mi lado mirandosela mientras mea. A mi me gusta mirar al frente. Empieza a sacudírsela, y yo sigo meando. El señor de traje se la sacude mucho, es un hombre muy limpio. Se gira y se mete en un cagadero, oigo el rollo de papel girar y el rasgado. Que limpio es el señor de traje. Debe de llevar los gayumbos muy a gusto.

  • Termino de mear y el señor del traje no sale. La puerta sigue abierta. Me la sacudo bien, intento ser tan limpio como el señor del traje, pero no sé si ser tan concienzudo. No sale del cagadero. Me preocupa. Igual a tenido un desmayo o algo, sin tiempo a avisarme. Voy a mirar por si acaso puedo ayudar.

  • Entro en el cagadero. Se cierra la puerta tras de mi. El señor con traje se pone en cuclillas. Remete la corbata entre los botones. Mete mi pilila blanda y aun con meo en la boca. Noto como crece. Que gustito mas rico.

  • El señor de traje solo chupa y sorbe, moviendo la lengua. Le cabe toda y le sobra espacio. No tarda en crecer y pasa a movimientos acercándose y alejándose de mi cuerpo, como si no le cupiera toda en la boca.

  • Se levanta. Sin mirarme se da la vuelta. Se baja los pantalones, se baja los gayumbos, se sube la chaqueta, se sube la camisa, se sube la camiseta y dice: “No te corras dentro”.

  • Le acerco la polla y se resbala dentro. Como si estuviera lubricado. Como si ya se hubiera corrido alguien antes o estuviera húmedo, mojado, cachondo.

  • El señor con traje muge, bajito, pero le oigo. Un rato después me dice: “correte ya”. La saco, pero no tengo ganas de correrme. El señor con traje se baja la camiseta, se sube los gayumbos, se baja la camisa, se sube el pantalón y se baja la chaqueta. Sale del cagadero empujándome a un lado. Sigue sin mirarme. Sera muy limpio, pero es muy maleducado. Me limpio con papel y me re-coloco la ropa. Me lavo las manos y salgo del baño.

  • Subo hasta la planta de hombres, por si viera algo interesante. Una camisa me gusta, pregunto a una dependienta que pasa por allí, dice que ahora manda al encargado de sección. Aparece el señor con traje, y me pregunta: “En que puedo ayudarle”. Ahora es educado, pero sigue sin mirarme a los ojos.

  • El señor con traje me ayuda, le pago con tarjeta, mete mi ahora camisa en bolsa, mete el ticket y me desea buen día. Me voy. Siento como un orgasmo interior.

  • Hace calor, tengo sed, busco un bar, con terraza. Veo unas mesas en una Placita. Una mesa debajo de un árbol alto, grande, de hojas grandes, un ficus? Da igual, da buena sombra. Me siento.

  • ¿Que le pongo? - dice el camarero cuando se acerca. Zapatos negros, pantalón y mandil negro, camisa blanca pajarita negra, cara de camarero, pelo de camarero, voz de camarero. “Una caña” – digo. Se da la vuelta y cruza la calle que separa la terraza del bar.

  • Regresa el camarero con mi caña, pone un cartón sobre la mesa y encima la caña y un cacharrito con tres cacahuetes, diez, veintitrés, veinticuatro? … veintitrés.

  • Doy un trago. Fresquita, amarga, húmeda. Que rica. Me como un cacahuete, dos, tres. Otro trago. Que rica.

  • Se esta bien aquí, a la sombra. Camarero con pajarita. Que clavada. Un día es un día. Y todos lo días no son iguales. Me termino la caña. Levanto la mano para que me vea el camarero. Le hago la señal internacional de repetir. El camarero me hace la señal internacional de “te vi, te entendí, ahora voy”.

  • Llega el camarero. Retira la copa vacía. Pone la caña nueva sobre el cartón. Deja otro cacharrito con cosas de colores y formas variadas. Me meo. Voy a mear.

  • Cruzo la calle mirando a los dos lados. Por costumbre. Entro al bar. Busco una señal que me indique la dirección del baño. Al final de la barra. Un pasillo, una puerta entreabierta, un sonido peculiar. Me meo, sigo el pasillo. Entro en la puerta con un sombrero de copa. Me la saco justo a tiempo cuando empieza a chorrear.

  • Me la sacudo bien, hay que ser limpio. Salgo con más calma de como llegué. Paso por la puerta entreabierta, un sonido peculiar, un fotograma en la retina, me ha parecido ver… retrocedo. Si, correcto, es lo que me ha parecido ver.

  • Un señor mayor, pantalón negro por los tobillos, gayumbos blancos por las rodillas, camisa blanca remangada, nalgas, muslos y barriga casi blancos y algo velludos. Bigote de morsa. Poco pelo pegado hacia atrás, brazos grandes. Agarran por la cintura a un hombre con zapatos negros, pantalón negro y gayumbos a colorines por los tobillos Camisa blanca subida hasta los omóplatos. Depilado. Muy depilado. Hecho a conciencia. Más joven, apoyado en unas cajas de botellines.

  • Me pongo cachondo. Se me pone dura y la toco por encima del pantalón. No puedo sacármela, estoy a la vista de cualquier cliente que estuviera en el bar. Todos están en la terraza. Que clavada.

  • El señor mayor se da cuenta de mi. Me hace la señal internacional de que entre.

  • Entro. Cierro tras de mi. No sea que otro cliente al ir a mear le parezca ver…

  • Me la saco. Ahora si puedo tocármela como se debe. Pajearse con una peli porno es muy morboso. Verlo en directo no se si es igual o mejor. No me siento diferente. No me siento más excitado. Excitado a secas.

  • El señor mayor golpea con ganas mientras aprieta contra su cuerpo el culo del hombre depilado. Me sigo excitando. Golpea, golpea, golpea. Suena a palmas. Acelera sus movimientos, como si fuera a correrse.

  • El señor mayor respira fuerte y agitado. Suda. El almacén no tiene ventana y huele a cerveza vieja. No se parece al baño de un cine porno, pero huele a sexo.

  • A macho.

  • El señor mayor cierra los ojos, gira la cabeza hacia el techo y gruñe como un asno. Los asnos no gruñen, pero como si fuera. Se ha corrido. Me hubiera gustado ver esa corrida. Parece un hombre potente y viril el señor mayor.

  • Se deja caer sobre la espalda del hombre depilado. Se echa par atrás y saca una polla gorda, carnosa y goteando babas de semen. Le pone una mano sobre la espalda al hombre depilado. Se gira hacia mi. Me hace la señal internacional de “ahora tu” como si fuera un torero.

  • Me acerco bajándome los pantalones y los gayumbos cómodos. Para no ensuciarme. Para meterla más cómodo.

  • La pongo en su sitio y se desliza toda dentro con un solo empujón. Entre el pollón del señor mayor y la leche acumulada es como follar un Blandiblu.

  • Al señor con traje ya se le habían corrido. Definitivamente. Puta, muy puta, pero limpio. Algún día volveré al baño de El Corte Ingles a ver si lo encuentro meando otra vez. Me aprovecharé más. Lo usaré más.

  • Estoy follando a un ritmo constante de 3x4. Como aprendí en solfeo. No tengo prisa. Da gustito. Me gusta follar. No me gustan los hombres depilados, pero a este no me importa follarlo. Estoy cachondo. Me da gustito. El señor mayor mira mientras se toca los huevos y se masajea la polla, que ahora es una pollita con huevazos. Me gusta ver como bailan los huevazos del señor mayor, es casi hipnótico. Su pollita morcillona y medio erecta es casi tan grande como la mía empalmada.

  • Me gustan los videos de hombres maduros tocándose y masturbándose por cam. Con pollones o con pollinas. No importa el tamaño. Me da morbo pensar que a su edad aun estaré en servicio. No me gusta el ciber-sexo.

  • “Termina ya, me duelen los brazos” - me dice el hombre depilado. “Cierra la boca y aguanta, puta” – dice el señor mayor. Yo sigo a mi ritmo. Me da gustito follar al hombre depilado. El señor mayor se pone erecto. Parece que despreciar le pone. Me gusta la vista. Es una de las pollas más bonitas y perfectas que he visto. Como una de sex-shop.

  • Empiezo a cansarme de follar a pesar del gustito. No siento que mi cuerpo o mi polla estén cerca de querer correrse. Hago una aceleración en mi ritmo. El hombre depilado entiende el cambio, se pone en tensión y se agarra mejor a las cajas de botellines. Acelero más y me paro. Gruño como un asno, los asnos no gruñen, pero como si lo fuera. Hay que hacerlo bien para que parezca que me corro.

  • Cuando saco mi polla erecta sin eyacular, arrastro un chorrito de leche acumulada del señor mayor, y parece mía.

  • “Límpiasela bien. No querrás que se vaya así este Señor. ¿Que pensará de mi si se tiene que ir con dos leches en la polla y una lenteja de mierda?” - dice el señor mayor. El hombre depilado no tiene un mal gesto, una mala mirada y ningún mal nada. Casi sabía lo que tenia que hacer antes que se lo dijera el señor mayor.

  • El hombre depilado empieza lamiendo y pasando la lengua como una bayeta. Quitando lo que hay pegado a mi polla. Después se la mete toda en la boca. Poco a poco hasta llegar a aplastar su nariz en mi pubis. Que gustito. Toda dentro. Siento las arcadas en el capullo. Me gusta que me la chupen.

  • “Ya vale, que se trata de limpiarla, no de pulirla” – dice el señor mayor. El hombre depilado se saca mi polla del fondo de su garganta. Que pena. El señor mayor me pasa una servilleta blanca bien doblada de un estante. Huele bien, a fresco, a limpio. Me froto la polla y los huevos, y la servilleta sigue igual de inmaculada. El hombre depilado sabe limpiar mi polla. Las pollas.

  • El señor mayor no ha parado de tocarse, masturbarse, y juguetear con su pollón. Me ha gustado más esa visión que follar. Follar da gustito. Ver ese ejercicio de masturbar la polla más bonita y perfecta que he visto nunca será un recuerdo excitante para toda la vida.

  • Guardo la pilila aun erecta sin eyacular entre capas de algodón blanco y limpio de los gayumbos. Me siento tan limpio como esta mañana cuando salí de casa, a pesar de haber entrado en dos culos. Soy un hombre muy afortunado.

  • El hombre mayor se acerca ya vestido al hombre depilado que sigue de rodillas. Le pone la mano en la cabeza. “ Buena perra” – dice el señor mayor mirándome a los ojos mientras acaricia la cabeza del hombre depilado. ¿A quien se lo habrá dicho?

  • Me aseo, me arreglo, me visto.

  • “Puedes volver cuando quieras, esta perra estará siempre disponible para ti” – dice el Señor mayor mirándome a los ojos. El hombre depilado/perra, mira al suelo. Le sonrio y salgo del almacén cerrando la puerta tras de mi, no sea que otro cliente meón le parezca ver.

  • A mi me parece ver que el hombre depilado baja la bragueta del pantalón del Señor mayor. Le saca la polla en proceso de ser pollón, dirigiéndola a su boca entreabierta. Pero solo me parece ver, no tengo claro lo que ocurre porque ya he cerrado la puerta totalmente.

  • Llego a la puerta del bar donde el camarero con las manos cogidas en su espalda observa la terraza con mesitas de diseño, donde todos esperan sus clavadas. Le pido la cuenta. El camarero sonríe. Con una sonrisa de camarero. Mirándome por primera vez a los ojos, me hace la señal internacional de no te preocupes por eso, no pasa nada, dejalo. Entiendo la señal, pero no porque ahora. Da igual,

  • Me termino la caña de un trago sin sentarme, cojo mis cosas y me dejo siete, diez...nueve. Nueve formas coloreadas de aperitivos sintéticos y crujientes en el cacharrito y me voy.

  • Volveré. Tengo que volver. ¿Como no voy a volver?

  • Llego a casa. Me desvisto y me quedo en gayumbos. Me siento cómodo y limpio. Ojala durara siempre esta sensación.

  • Cuando paso ante el espejo veo lo bien que me sientan y como mi polla semi-erecta y sin eyacular está acoplada en angulo ascendente. Así también se marcan a través de la tela blanca de algodón la forma y tamaño de los huevos. Siempre me he preguntado si me encontrara con otro yo de otra dimensión se la chuparía y me gustaría. Pero para que sirve fantasear en algo que nunca ocurrirá. Aunque mi polla, que a veces se comporta como un ente independiente a mi cuerpo va por libre y tiene sus propias creencias. Se pone dura con ese pensamiento en dos sacudidas como dos sunamis. Y ahí se queda mientras preparo la comida.

  • Suena el movil. Sonido de mensaje. Es Vicente. “¿Puedo?”. Siempre el mismo mensaje. A veces la respuesta es negativa, cuando es positiva solo pongo la hora “16h”. En la que puede venir a mi casa. Siempre es puntual. En su casa no puede ser, a su mujer no le parecería bien, y sus hijos seguramente no dejarían de incordiar. O eso creo.

  • Siempre en mi casa, más tranquilos. Siempre cuando regresa a casa de llevar una carga a Alemania o a Holanda. Se pasa a verme antes de ir a su casa. Cada dos o tres semanas. Sin obligaciones, sin compromisos. Desde que nos conocimos en un área de servicio.

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