El asesino del vello púbico I

Escrito por: HieroduloCMNM

En los recodos más oscuros de la mente humana, se esconden los deseos más inesperados, los caprichos más extraños. En el caso de Martín, su pasión era singular y secreta: el vello púbico masculino. Desde la adolescencia, había sentido una atracción inexplicable hacia aquellos mechones crespos que adornaban la entrepierna de los hombres.

Al principio, lo consideraba una simple curiosidad, una fascinación pasajera. Pero con el tiempo, su obsesión creció hasta convertirse en una necesidad insaciable. Martín no podía resistirse a la tentación de buscar imágenes en línea, de furtivamente deslizar sus dedos sobre la suave piel de los hombres en busca de la textura áspera del vello. Era un secreto vergonzoso que guardaba celosamente, temiendo el juicio y el rechazo de los demás.

Sin embargo, su deseo no se limitaba a la contemplación. Martín ansiaba tocar, oler, saborear aquellos cabellos oscuros que tanto lo fascinaban. La idea lo perseguía noche y día, llenando su mente de fantasías perturbadoras. Pronto, el simple deseo se convirtió en una compulsión incontrolable. Necesitaba saciar su apetito a cualquier costo.

Una noche, mientras navegaba por internet en busca de su droga digital, Martín encontró un anuncio inusual. Una clínica especializada en trasplantes capilares ofrecía sus servicios, prometiendo resultados espectaculares. Una idea descabellada germinó en la mente de Martín: ¿y si pudiera obtener el vello que tanto anhelaba de una manera más tangible?

Movido por la desesperación y la locura, Martín se embarcó en un plan macabro. Decidió someterse a un trasplante capilar, pero con una solicitud peculiar: quería que le implantaran vello púbico masculino en su propia cabeza. La enfermera que lo atendió lo miró con incredulidad, pero no pudo negarse ante la insistencia de Martín.

La operación fue un éxito, y Martín pronto se encontró luciendo un exuberante cabello que no le pertenecía. Pero su satisfacción fue efímera, ya que la verdadera fuente de su obsesión seguía estando fuera de su alcance. El hambre por el vello humano seguía consumiéndolo desde dentro, convirtiéndolo en un paria social, aislado por sus propios deseos retorcidos.

Entonces, una noche oscura y tormentosa, Martín decidió dar un paso más allá en su búsqueda de satisfacción. Acechó a su presa en las sombras, esperando el momento oportuno para actuar. Cuando finalmente encontró a un hombre desprevenido, lo atrajo con artimañas y lo llevó a su escondite.

Con manos temblorosas, Martín arrancó a puñados el vello público de su víctima, ignorando sus gritos de dolor. Alimentado por la lujuria y el deseo desenfrenado, se entregó al acto grotesco con una ferocidad primitiva. Para él, el vello púbico no era solo un objeto de deseo, era una necesidad vital, una obsesión que lo consumía por completo.

Cuando finalmente sació su sed insaciable, Martín se encontró solo y lleno de remordimiento. La realidad de sus acciones lo golpeó con fuerza, dejándolo en un estado de desesperación y auto repugnancia. En ese momento, comprendió el precio de su obsesión: había sacrificado su humanidad en el altar de un deseo prohibido.

Con lágrimas en los ojos y el peso del pecado sobre sus hombros, Martín juró liberarse de su fetiche perverso. Buscaría ayuda, buscaría redención, aunque sabía que el camino hacia la salvación sería largo y difícil. Pero en lo más profundo de su ser, sabía que el deseo por el vello público seguiría acechándolo en las sombras, esperando el momento adecuado para reclamar su alma una vez más. Marchó a casa con la cabeza baja, se cruzó con un chico cuyo pantalón corto dejaba ver unas piernas pobladas de pelo, se limpió las lagrimas y los mocos de su llanto, se dio la vuelta y comenzó a seguirlo…