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Propinas II

Escrito por: BarbitaRelato

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La entrevista con Álvaro, el dueño del local, había ido muy bien y salí de allí saboreando la lefada que me había hecho lamer del suelo y de sus zapatos. La verdad es que se me ponía dura solo con recordarlo y de imaginar de que manera me iban a usar para ganarme las propinas pero debía esperar hasta el viernes.

Cuando mi amo Carlos me habló de esa posibilidad no me sorprendió en absoluto ya que lo más importante es su satisfacción y le ponía muy cerdo saber que otros tíos me usaban. Eso sí, él tenía que dar el visto bueno. Me conocía muy bien y sabía que iba a encajar con lo que Álvaro buscaba.

No supe nada de mi nuevo jefe hasta el viernes por la mañana cuando recibí una llamada.

-Hola Jose, soy Álvaro.- -Hola jefe.- respondí pensando en como le gustaba que me dirigiese a él así. -Abrimos a las ocho, pero te quiero aquí una hora antes. Tengo que comentarte algunos detalles de tu contrato. -Sí, jefe. Allí estaré.- -Buen chico. Hasta luego.-

Llegué con algunos minutos de antelación. La persiana de la entrada estaba bajada y a las siete en punto mi jefe apareció en su coche y bajó, imponente como la primera vez. Llevaba unos pantalones de tela oscuros que moldeaban sus fuertes piernas a cada paso que daba. Camisa por dentro, ceñida y remangada haciendo destacar sus enormes antebrazos. Me saludó con un fuerte apretón de manos y nos dirigimos a una puerta más pequeña. Cuando entramos me costó unos segundos reconocer el despacho en el que había hecho la prueba para el trabajo.

-Siéntate- ordenó señalando una silla al otro lado de su mesa. Obedecí y me senté después de él. Sin decir nada sacó su teléfono, tocó la pantalla un par de veces y lo dejó sobre la mesa. Se escucharon dos tonos de llamada y alguien respondió.

-Álvaro.- dijo una voz imponente. Una voz que recorrió mi espalda con una descarga. -Aquí está tu perro, Carlos. Cuando quieras.- -Jose, como sabes estoy de ruta fuera hasta dentro de tres semanas. Hasta entonces harás lo que Álvaro te ordene. Quiero total obediencia.- -Sí, amo.- respondí sumiso. -Álvaro es quien manda y solo podrás ganarte las propinas con quién él te ordene.- Mientras mi amo Carlos hablaba sentía la mirada de Álvaro clavada en mí. Puede ver una pequeña sonrisa no sé si de satisfacción, de vicio o de morbo. O todo a la vez. -Eso es, perro. En ausencia de tu amo Carlos yo tengo el control sobre ti. Currarás normal, servirás copas, limpiarás… Cuando sea momento de ganarte una propina, lo sabrás. Mientras tanto eres un camarero más. Y hablando de camareros; nada de comentar con los otros el tema de las propinas.- -Y nada de follar, ya lo sabes.-Añadió mi amo Carlos.- Quiero tu agujero lo más cerrado posible hasta mi regreso.- -Sí, amo- respondí sumiso. Las folladas de mi amo Carlos eran tremendas, pero las que me metía cuando regresaba de haber estado un tiempo fuera eran las mejores.

Mi amo era camionero y cada cierto tiempo debía hacer rutas bastante largas y estaba fuera dos o tres semanas. Antes de irse me follaba y me preñaba y en su ausencia tenía prohibido follar para que a su regreso me abriera el culo preñándome de nuevo.

-Eso es todo Álvaro. Es todo tuyo.- mi amo Carlos se despidió y Álvaro estuvo un rato en silencio. -Carlos ha sido muy claro. Ahora mando yo.- asentí sumiso. -A lo largo del pasillo hay varias salas para según el trato que quiera el cliente. Yo te diré donde y cuando. Y con quien por supuesto. Y tu obedecerás. ¿Alguna duda, perro?- -No, jefe.- -Entonces ponte ésto.- Álvaro se levantó dándome su enorme espalda y sacó del armario un pantalón negro y una camiseta blanca. -Cuando te cambies puedes prepararte para abrir. Puedes irte.- -Sí, jefe.- respondí.

La sala principal del bar no era nada especial. Era lo bastante grande como para tener dos barras y algunos taburetes pero todo el espacio era para bailar. Al fondo había varias puertas: la zona de los baños, el cuarto oscuro algo más disimulado y la entrada al almacén donde estaba el famoso pasillo pero por ahora solo había conocido el despacho de Álvaro y fue una muy buena manera de conocerlo.

Los clientes aun tardaron en aparecer, el ambiente estaba tranquilo. Alguna copa en la terraza y poco más. Compartía turno con dos camareros más: Manu y César. César manejaba una barra y la terraza y Manu se encargaría de supervisarme. Los dos llevaban una camiseta de tirantes blanca y unos pantalones negros. Buen cuerpo los dos; depilados y bronceados.

A eso de las 11 empezó a haber algo más de movimiento pero era un público bastante joven todavía. No es que no me gustasen pero me rindo completamente ante un buen macho maduro. Álvaro hizo acto de presencia algunas veces para asegurarse de que todo iba bien y ya bien pasada la media noche el local estaba a rebosar. La música estaba alta y el ambiente invitaba a bailar y a cantar.

Entre copa y copa vi a Álvaro hablar con varios tíos; bromeaba, reía y de vez en cuando fijaba su mirada en mí. Sentía algo de nervios; de momento no había ninguna señal que indicara que debía ganarme una propina pero un par de canciones después Álvaro se me acercó. Me hizo una seña con la cabeza y miré hacia el final de la barra. -Ponle una cerveza a mi colega y estate atento por si necesita más.- -Sí jefe- respondí sumiso. Cogí una cerveza bien fría y me acerqué a servirla y nada más llegar pude sentir el aroma de su perfume mezclado con su esencia natural de macho. Era más o menos de la estatura de Álvaro, rapado, pero con una barba perfectamente recortada que le daba a su rostro una forma cuadrada. Tenía los ojos claros, muy expresivos y penetrantes y un cuerpo espectacular. A través de la camisa pude ver sus pectorales bien formados y cubiertos de vello al igual que sus brazos. Rondaría casi los 50 años. -Aquí tiene- dije entregándole la cerveza. No me respondió, cogió la botella y dio un largo trago sin dejar de apartar su penetrante mirada sobre mí. Era magnética, no podía descifrar qué estaba pensando pero mi mente sí volaba imaginándome de rodillas con la boca llena de rabo y mirándole a los ojos sumiso. -¡Los cubatas, Jose!- me dijo de repente Manu. Salí de mi pequeño trance y seguí con el movimiento de la barra mirando de vez en cuando hacia el final donde seguía el colega de Álvaro. Cada vez que miraba en su dirección lo encontraba mirándome y en una de esas me hizo un gesto con la mano y señaló su botella ahora vacía. Siguiendo las órdenes de mi jefe le serví otra. Le dio un trago largo sin dejar de mirarme y tras apartar la botella de su boca lamió su labio inferior. Puede ver un atisbo de sonrisa, hasta levantó levemente las cejas pero esta vez fue Álvaro quien me llamó la atención.

El juego de miradas siguió, el colega de Álvaro estaba apoyado en la barra. La abertura de su camisa dejaba ver su gran pecho peludo y hasta ahora no me había percatado de sus enormes manos. Llegué a servirle un par de cervezas más pero cuando le llevé la última Álvaro que estaba de nuevo a su lado me ordenó que le sirviera una botella de agua. Los dos se quedaron hablando un buen rato. Sentía de vez en cuando sus miradas clavadas en mí pero como había bastante movimiento y no me ordenaron nada más me dediqué a seguir sirviendo copas. Manu me pidió que saliese a recoger las copas y vasos que la gente dejaba por la sala y cuando regresé y miré hacia el final de la barra tanto Álvaro como su colega habían desaparecido. Miré a través del gentío tratando de buscarlos; dos hombres tan grandes destacarían entre la multitud pero no había ni rastro de ellos así que cogí ahora las copas que se habían acumulado en la barra, pasé el trapo y seguí sirviendo tragos hasta que la música paró. Manu me recordó que era momento de un pequeño espectáculo drag así que sin dejar de estar pendiente por si nos pedían alguna bebida disfruté del show. Cuando acabó, Álvaro apareció detrás de la barra y me hizo un gesto con la cabeza para que me acercara. -Al almacén.- Ordenó. De repente sentí mis latidos acelerarse. Iba a ganarme mi primera propina. Álvaro entró primero. Le seguí. Dejamos atrás botellas y otros utensilios y llegamos a una de las puertas laterales. -En cuanto entres por esa puerta el cliente manda.- -Sí, jefe.- respondí nervioso. -Nada de follar.- dijo recordando las palabras de mi amo Carlos. -Entendido, señor.- -Pasa.-Álvaro abrió la puerta. La sala estaba en semi oscuridad y mi mirada tardó un momento en acostumbrarse pero en seguida pude ver que se trataba de un glory hole. Había varios agujeros a diferentes alturas por toda una pared. Algunos más cerca de otros. Había una puerta en frente de la que entré pero no me acerqué así que esperé. Entonces, de uno de los agujeros apareció una polla.

Me acerqué, me arrodille y me tomé unos segundos para inspirar y sentir ese olor que tanto me gusta. No estaba completamente dura así que le dí unos suaves besos seguidos de unos lametones. Quien estuviese al otro lado se acercó un poco más dejando entrever algo del vello púbico bien recortado así que seguí lamiendo desde la base hasta el capullo. Unos cuantos lametones después la polla estaba dura. Tendría unos 18 cm y buen grosor, verla dura aumentó las ganas de metérmela en la boca pero seguí lamiendo un poco más de vez en cuando quedándome lamiendo el capullo con movimientos circulares. Entonces, en una de esas lamidas, abrí bien la boca y me la metí entera. Levanté la mirada y empecé a mamar. Me la metía y me la sacaba entera con movimientos lentos y rápidos. De vez en cuando lo hacía algo más brusco para que chocara en mi garganta y así generar más saliva. La sacaba entera y la dejaba unos segundos fuera, la olía, veía como latía, lamía lentamente desde la base hasta la punta y me la volvía a tragar. Empecé a escuchar unos gemidos profundos de placer, mamaba y apretaba los labios cuando la tenía toda dentro y cuando el capullo estaba a punto de salir de mi boca. La dejaba fuera y le daba lametones fuertes y rápidos. Entonces alcé mi mano y la agarré. -Manos a la espalda, perro.- Ordenó una voz grave que no conocía. Obedecí y seguí lamiendo y manando escuchando como los gemidos se intensificaban. -Joder…- suspiró.- Oh… cabrón.- dijo gimiendo cuando su capullo llegó a mi garganta. -Más- ordenó.-Con la boca llena de rabo abrí como pude, sentí como empujaba antes de una pequeña arcada. Gimió con más profundidad y la sacó dejando un rastro de saliva que no tardé en lamer. Ahora la polla estaba más dura que al principio, latía con más fuerza y volví buscarla con la boca. Mamé más rápido apretando los labios con más fuerza, el tío siguió gimiendo y tras un par de arcadas más volvió a echarse para atrás esta vez desapareciendo por completo. Se escuchaba movimiento por detrás así que permanecí de rodillas y con las manos en la espalda y tras unos segundos la puerta que estaba más cerca de los glory hole se abrió.

Ahí estaba el colega de Álvaro con el rabo bien tieso asomando por su bragueta abierta y con una sonrisa de vicio. Se acercó a mí, se bajó los pantalones y sin mediar palabra me cogió del pelo con su enorme mano obligándome a mirar hacia arriba. Inmediatamente abrí la boca, saqué la lengua y recibí un masivo lapo. Sin soltarme del pelo bajó mi cabeza y metió todo su rabo en la boca. Sin una pared de por medio me la clavó más profundamente y sostuvo aun sintiendo mis arcadas. La sacó de golpe llevándose un rastro de saliva, respiré con brusquedad y volvió a clavármela. Levanté mi mirada llorosa y encontré sus ojos penetrantes. Dio un largo bufido y empezó a follarme la boca bien duro. Sin soltar mi pelo y sin dejar de mirarme movía sus caderas metiendo y sacando su rabo ahora más duro que antes de mi boca. En una de esas clavadas me soltó el pelo y con sus dos enormes manos me sujetó la nuca para mantener bien dentro su rabo. -Joder...-bufó más alto cuando sintió mis arcadas antes de volver a a sacarla. Durísima y bien lubricada gracias a mi saliva y el precum que generaba la agarró con fuerza y la restregó por toda mi barba. Saqué la lengua y me golpeó con ella varias veces; también en la mejilla. Tras eso, con su gran mano, me sujetó por la barbilla, levantó mi cabeza, soltó un espeso y abundante lapo, y se inclinó lo suficiente para poder comernos la boca. Sentí ese fuerte beso como si me hubiese vuelto a clavar la polla en la garganta y mientras nuestras salivas y lenguas se mezclaban lo escuchaba bufar y gemir excitado. Volvió a sujetarme por la barbilla, soltó un segundo lapo dentro de mi boca pero en vez de comernos la boca volvó a cogerme del pelo y me la clavo entera. Bufando descontrolado y gimiendo como una bestia supe que esa última follada de boca iba a acabar en lefada y tras varias embestidas sacó su rabo de mi boca y lo pajeó un par de veces hasta que un espeso chorro de lefa salió disparado hacia mi cara. Cerré los ojos para sentir toda esa esencia caliente que siguió soltando sobre mi y cuando dejó de bufar fuerte los abrí. Delante de mi vi a ese imponente macho respirando con fuerza, su enorme pecho se hinchaba cada vez que tomaba aire. Tenía su polla todavía bien dura y aun jadeando me miró a los ojos con su mirada penetrante, sonriendo. -Que bueno...- dijo entre jadeos.-Vas a ser mio.- sonrió con vicio. Dicho esto, dio un paso hacia atrás, agarró su polla todavía dura y tras unos segundos empezó a mearme.

Sentí de repente su largo chorro caliente primero sobre mi pantalón, después sobre mi camiseta y finalmente sobre mi cara.

-Mírame, perro.- ordenó. Levanté la mirada y volví a encontrarme con la suya mientras me llenaba con su meada. Gimió mientras lo hacía, sonriendo con vicio. Sentía como mi camiseta se me pegaba al cuerpo gracias a su larga y caliente meada y tras unos segundos más se la sacudió en mi mejilla.

-Límpiala perrazo- ordenó. Obediente me la metí entera en la boca esta vez menos dura que antes y le di una buena limpieza. Sentía una mezcla intensa de sabores que no hacía más que desear que me sometiera y lo miré con vicio en mi mirada. Ahí estaba yo, de rodillas ante un macho maduro que todavía jadeaba de la follada de boca que me había metido con la cara y la barba cubierta de lefa y recién meado. Sonrió con vicio, estaba seguro que sabía leer esa mirada de sumisión.

Tras varios lametones más la sacó de mi boca y antes de despedirse pasó su manaza por mi cara, recogió lefa y restos de la meada y metió tres dedos en mi boca.

-Buen perro.- dijo sonriendo.-Vas a ser mío.- Repitió antes de girarse y salir por la puerta por la que había entrado.

Propinas II

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