18+ Content

18+ significa contenido Adulto. La vista del contenido en esta comunidad podría no ser adecuada en algunas situaciones.

Posts on this page may contain explicit images, references or stories.

Esclavitud en una Prisión de Máxima Seguridad

Written by: PedroBasura

Me llamo Pedro, tengo 30 años, soy blanco, cabello oscuro, 1.70 metros de alto, relleno y con un buen culo. Tenía una carrera prometedora, ya que trabajaba para una compañía petrolera como ingeniero mecánico.

Un mal día me topé con unos mafiosos, unos policías y guardias que contrabandeaba gasolina en la región, yo me enfrenté y salí perdiendo, ellos me enredaron en un asesinato de un policía honesto que investigaba las irregularidades.

Mi pulso se había acelerado desde el momento que vi mi nuevo hogar, una prisión de máxima de seguridad ubicada en pleno desierto, ahí pasaré el resto de mi vida, ya que me condenaron a cadena perpetua sin posibilidad a libertad condicional ni apelación alguna. El juez se aseguró que yo recibiera el peor castigo para toda la vida.

La vida te da sorpresas, ahora soy un presidiario, tengo puesto un uniforme ridículo de rayas blancas y negras donde me identifica como un criminal peligroso, un pañal desechable para la incontinencia durante el largo viaje, llevo pesados y apretados grilletes en mis manos y pies, un cinturón grueso de cuero que impiden movilizar mis brazos, calzo unos crocs rotos de color anaranjado y para mi humillación, tengo fijado a mi cuello un collar de hierro forjado donde aloja un dispositivo gps para que nunca pueda escapar, como si fuera un perro de verdad.

Los grilletes han sido una tortura durante todo el camino, aunque era una pequeña molestia comparado con lo que sentía en el estómago y ese sudor a frío que casi logra hacerme perder el control. Sentía mi pañal completamente mojado, repleto de orine y de algo más… creo que me cagué…

  • Debo ser fuerte - me dije a mí mismo. El palpitar constante en mi pecho y la falta de percepción como si no creyera esta realidad.

Bajando del autobús me caigo al suelo fangoso, trago algo de barro, el guardia me grita burlonamente “levántate presidiario”, me agarra del cinturón para darme un empujón, casi no puedo caminar con los grilletes puestos, debo dar pequeños pasos.

El protocolo no me afectó mucho, solo era un cuerpo dispuesto a hacer lo que me dijeran, muchos de los presidiarios que me acompañaban en el autobús sabían que desde ahora había que estar atento a todo, era una ley de vida o muerte, pero yo estaba un poco ajeno, simplemente no estaba.

Caminando uno tras de otro, recibiendo las órdenes para entrar en las celdas, más de uno había echado a llorar. Yo estaba a punto de mojar mis pantalones, ya que mi pañal no daba para más…

  • Huele a carne fresca - gritaba un moreno con la cara cortada y con pinta de adicto a la cocaína.

  • Que ricas están las perras nuevas.

  • Prepárense a mamar guevo - soltó un gordo sádico cerca de donde pasábamos los nuevos presidiarios.

La primera impresión al llegar a mi celda fue la de un hueco oscuro de no más de 2x3 metros, pintada de gris para disimular la suciedad del lugar, función que no cumplía. Una litera empotrada de concreto con unas colchonetas plásticas delgadas, una poceta con su lavamanos de acero inoxidable y de aspecto sucio, una mesa con su banco y unas repisas para poner nuestra ropa y objetos personales, ambas de concreto y empotradas a la pared.

El guardia me empuja con su macana gritándome - ¡Entra pendejo! - El sonido tan duro al cerrar las rejas, jamás se me podrá olvidar… ahora si se completó todo, si me hubieran tomado una foto, me vería detrás las rejas, aferrado a los barrotes, encadenado, vistiendo un uniforme de rayas y llevando un pañal mojado y cagado. Mis enemigos deben estar celebrando estos momentos – digo en voz baja.

  • Te presento a Chiquitín – dijo el guardia sonriente mientras me quitaba los grilletes.

Me volteo y veo a un sujeto de 45 años, bastante fornido y con barba de varios días, acostado en la parte de abajo de la litera.

En aquel momento no sabía qué hacer, si sentarme o no, quedando entre la litera y la pared paralizado.

  • Bienvenido a mi… mejor dicho a nuestra humilde celda - dijo Chiquitín mientras sonreía y alzaba mi mano para estrecharla.

  • Me llamo Pedro pana - dije con simpatía - se ve cómodo todo ¿No?

  • ¡Ja! Acostúmbrate panita que los hoteles 5 estrellas se han ido a la mierda.

Más allá del ambiente de estar en una prisión de máxima seguridad, el trascurso del día fue bastante tenso. Mi compañero, una persona típica considerando las etiquetas que cada quien crea y la gran parte que pone la sociedad se comportaba excelente.

Todo es una incógnita, las caras, los grupos, las manos en los bolsillos y hasta la comida. Mis instintos se habían activado - no daré un paso en falso - pensé.

La comida había sido lo más asqueroso que había probado en mi vida, pero era lo que había y así me hizo saber mi nuevo compañero quien me presentó a varios amigos, aunque dos presidiarios en específico fueron de más relevancia que los otros, uno mayor llamado Abuelo y Pacho, 71 y 40 años respectivamente. Con ellos estuve hablando bastante rato.

  • Cuando llegue el momento joven, no te resistas o si no te irá peor - dijo el mayor viéndome fijamente a los ojos, como un abuelo hablando con su nieto. Solo me quedo asentir mientras una sensación en el estómago me descontrolaba un poco la mente.

Más tarde, nos llamaron a las duchas. Antes de entrar, un guardia ordena a Chiquitín a rasurarme y a mí desnudarme, le da una máquina de rasurar, Chiquitín me comenta que todos los presidiarios debemos estar rapados para evitar los piojos, me siento en un banco de cemento y comienza a rasurar toda mi cabeza, mis axilas, mi pecho, mis piernas y para sorpresa mía, me dice Chiquitín – ahora te voy a rasurar tu vello púbico y tu culo – ¿Cómo? – digo y él responde – debo hacerlo Pedro, necesito que separes las piernas y alce tus pelotas y luego abras muy bien tus nalgas, te voy a pasar la máquina y no te quiero cortar – no puedo describir la humillación que sentía en ese momento.

Chiquitín me comenta que tenemos derecho a las duchas una vez a la semana, al igual que cambiar nuestra ropa sucia por ropa limpia. Además, no tenemos derecho a la propiedad, es decir, nuestro uniforme, ropa interior, sábana, toalla y demás, fueron, son y serán usadas por los otros presidiarios. - Nunca más usaré algo nuevo y tendré algo propio, digo yo - él se ríe y me dice – bueno, al menos, tienes tu propio collar de perro, no es nuevo, pero lo usará por un buen tiempo – yo bajo la cabeza como señal de aceptación.

  • Mantente atento y trata de no alejarte de mí - dijo Chiquitín - como sabrás lo que dicen en la calle no es nada diferente a lo que pasa acá…

Ya en las duchas, me sorprendí cuando ninguno de los cubículos tenía puerta, aunque pensándolo más tarde era estúpido creer lo contrario. Iba pasando de uno en uno junto a Chiquitín hasta llegar a las elegidas por él, que no estaban muy lejos de la salida y por consiguiente a la vista de dos guardias que hacían las veces de vigilar.

Confiar en un recién conocido es una locura, pero es que una vez que estás adentro todo cambian, hasta las miradas cambian.

El ruido del agua y de la camarería se hacía sentir en el lugar que estaba lleno. Trataba de no ver mucho a nadie o por lo menos disimular que era el nuevo, aunque de seguro todos se habían dado cuenta. El color, olor y la cara de inadaptado era un gran problema y lo sabía.

Cuando entré a la ducha, agarré el jabón usado por otro, la piel blanca rapada y los músculos de mi cuerpo no pasaron desapercibido, casi se me cae el jabón de los nervios que trataba de disimular y bueno eso me puso un poco más torpe aún.

Desde que había entrado a las duchas había sido uno de los centros de las miradas y de verdad que desafortunado era aquello, de repente observo que un carajo como de 40 años se dirigía a mi ducha. Como sabrán, no sabía qué hacer, quería correr, pero no me podía mover, estaba estupefacto.

Chiquitín previendo la situación entró a mi cubículo y rápidamente se lanzó desnudo a comerme la boca, cosa que instantáneamente me provoco asco y rechazo, pero como pudo me inmovilizó contra la pared evitando que los mirones se percatarán y luego de unos minutos siguieran a lo suyo, en busca de su presa.

Estuve un rato bajo el agua fría esperando que mi nuevo amigo terminara de hacer conmigo lo que quisiera.

El agua fría recorría nuestros cuerpos totalmente pegados y algo entre los dos crecía y no era amor, era el guevo de Chiquitín que poco a poco había alcanzado proporciones que nunca había visto. Yo sentía el tacto de su verga, intentaba desatarme, pero todo era en vano.

Pareció una eternidad, hasta que Chiquitín me jaló, como un zombi salí de la ducha con mi compañero camino a unos bancos de cementos, un poco más adentro del lugar. En ese momento, pude notar los distintos cuerpos de los presidiarios, que por pena no podía mirarlos a la cara, habían flacos, gordos, negros que parecían camiones y que de un solo coñazo me mandarían al hospital, reí internamente por mi ocurrencia para no caer en el piso muerto de la ansiedad.

Chiquitín está relajado, pareciera que disfrutó mucho nuestro momento. Yo me encuentro desconcertado y algo molesto a la vez, estoy hecho mierda y rojo como un tomate de la vergüenza y humillación que siento.

Cuando estaba colocándome mi ropa limpia, miro hacia al lado derecho llamado por unos gemidos ahogados, pude ver como dos hombres tenían sexo a la vista de todos. Uno de los reclusos con los que había venido en el autobús estaba gimiendo con las piernas abiertas y las manos en el piso y el sujeto que se había acercado a mi ducha, agarrándolo por la cintura metiéndole una y otra vez una verga negra de mediano tamaño. Mientras se bañaban, el otro sujeto bastante gordo esperaba su turno haciéndose la paja como loco.

Los guardias ignoraban todas esas situaciones. Yo automáticamente volteé la vista y terminé de ponerme mi uniforme mirando hacia abajo. Chiquitín había notado mi reacción y solo vi una pequeña sonrisa en su cara.

Continuará…

Este relato fue modificado en su gran mayoría por mi persona, recreando mis fantasías más sucias y morbosas del mundo BDSM. Aunque originalmente fue escrito por Arismendi, un autor que admiro mucho y lo he tomado de: www.todorelatos.com/relato/115759/.

Esclavitud en una Prisión de Máxima Seguridad

Xtudr is the ultimate gay fetish chat. Easily find thousands of guys in your city who share your same interests and enjoy sending and receiving live messages.

The No. 1 dating network for men offers you a quick, easy, and fun experience with which you can meet a lot of new people like PedroBasura.

With Xtudr you can:

- Create a profile with your photos and add your preferences.

- View the profiles and photos of other users.

- Send and receive messages without limits.

- Use the search filters to find your soulmate.

- Send and receive Taps to those who like you the most.

Sign up for the most popular fetish and BDSM app and start your adventure.

https://www.xtudr.com/en/relatos/ver_relatos_basic/32288